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Hacía tiempo que no venía a este restaurante, porque durante una temporada dejó de responder a mis expectativas, pero de nuevo me ha sorprendido gratamente, vuelve a ser lo que me enamoró del proyecto de Inés y Julio cuando estaban en el antiguo local de la plaza de Juan Pablo II, pues se nota que la creatividad y la calidad están presentes. Los detalles que se aprecian en el funcionamiento de la sala y en la presentación de los platos son notables. La coordinación y ritmo en el servicio de la mesa, la selección de la vajilla y de la cristalería, la imaginación en los platos, su resolución y la calidad de la materia prima, son signos que indican la tendencia hacia la que se dirigen. Este es el Ciro que recuerdo.
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Con el pan empezamos con uno de los mejores que se pueden conseguir en Valencia, el de Jesús Machí. Sabroso, de corteza crujiente y miga consistente. Una delicia. Hubo que repetir ya que se acabó casi antes de empezar a comer de tan bueno que estaba.
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Tomamos uno de los menús, el que se compone de cuatro entradas, un principal a elegir entre tres posibles y tres mini postres. Empezamos con este tiernísimo brioche al vapor, con salmón ahumado y sus huevas, elaborado por Julio a partir del pescado crudo. Exquisito todo.
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El segundo entrante estaba realizado con varias texturas de tomate, que recordaba a un bloody mary, con un toque de manzanilla y bonito en salazón. Un plato de los mejores del menú, fresco y con una buena elaboración.
Aunque todos los platos estaban ejecutados a un gran nivel, siempre hay un preferido y el mio fue este tibio de gambas, ajos tiernos y mayonesa de soja. Para mojar pan.
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La última de las entradas fue esta molleja de ternera a la brasa, escabeche y yema de huevo. Un gran colofón antes del plato principal.
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Uno de los principales elegidos en la mesa fue esta merluza con cremoso de patata y ajada. Muy tierna y sabrosa.
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El otro de los platos principales por el que se optó, muy de Oriente Medio, fue esta terrina de cordero acompañada de tabulé y salsa de yogur con hierbabuena. La carne estupenda y jugosa, una magnífica elaboración.
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El postre está compuesto de tres mini preparaciones que llevan una porción de sandía con frambuesa, un mini flan de café y un hojaldre con ganache de chocolate. Un festival para rematar la comida.
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La carta de vinos tiene cosas muy interesantes, como este Albillo Real 2020 de la Bodega Las Moradas de San Martín, de la DO Vinos de Madrid. Con una crianza de 6 meses en barricas usadas de roble francés. Es un vino que sorprende gratamente por sus aromas y su peso en boca. Se aprecia fruta blanca (peras) y flores blancas (azahar y jazmín) acompañadas por notas cítricas y un refrescante toque balsámico. Me encantó.
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El otro vino elegido fue este Valtravieso 2019, elaborado por Valtravieso Bodegas y Viñedos, en la DO Ribera del Duero, con las variedades Tinto fino, Cabernet sauvignon y Merlot. Con una crianza de 12 meses en barricas de roble francés. Aromas de frutas rojas con notas especiadas y torrefactos. En boca es amable con taninos bien integrados, fresco y vivo. Espectacular.
Una comida que gustó a todos, éramos seis a la mesa y unánimemente concluimos que habíamos comido muy bien. Felicidades y gracias a Inés, Miriam y Julio.