La elección de un puro

por paco
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La decisión de fumar un puro lleva consigo toda una serie de actos que forman parte de una ceremonia, que le da un encanto especial al hecho de fumar. A diferencia del fumador de cigarrillos, el fumador de puros no es un fumador compulsivo, se recrea efectuando una serie encadenada de toma de decisiones, para disfrutar plenamente de su fumada. A través de sucesivos artículos iremos hablando de cada uno de esos momentos y de sus circunstancias.

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El primero de estos actos conscientes y nada automáticos es la elección del cigarro que vamos a fumar. Para acertar con el cigarro adecuado hemos de considerar diferentes variables. Lugar: La primera de las cuestiones a tener en cuenta. Comprobar o confirmar que nos encontramos en el lugar adecuado para fumar, donde podremos estar tranquilos y sin molestar a nadie de los que están a nuestro alrededor. Esto último es importante por ellos y por nosotros, si sabemos que no molestamos podemos estar mucho más relajados y dedicarnos al deleite pleno y consciente de nuestro placer. Está claro que dentro de nada tendrá que ser en un lugar privado, ya que los sitios públicos, excepto los clubs de fumadores, estarán prohibidos para los fumadores. La casa propia o la de unos amigos es seguramente el lugar ideal.

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Tiempo: La segunda cuestión a tener en cuenta es la estimación del tiempo de que disponemos para fumar tranquilamente. En función de ese tiempo elegiremos un cigarro u otro, según la duración media que tiene la fumada de cada cigarro. El formato de fábrica en los cigarros se denominan galera, o más concretamente vitola de galera, no confundir con las anillas que adornan los puros. Cada galera define una longitud y grosor (cepo) de un puro. Cuando hablamos de un “robusto” nos estamos refiriendo a un puro con una longitud de 124 mm y un diámetro de 19,84 mm (cepo 50) si nos referimos a una “perla” sabremos que es un puro de 102 mm de largo y 15,87 mm de diámetro (cepo 40).

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Nos podemos encontrar con una gran variedad de formatos o, para hablar con propiedad, vitolas de galera, que van desde los 235 mm del “Montecristo A”, sin ser el mayor del mercado, hasta los que rondan los 100 mm, como la “perla” que hemos citado antes, galera que corresponde a un Montecristo nº 5, un Petit Princess de Romeo y Julieta o un Cohiba Siglo I. Como habréis observado en las perlas, nadie las ha llamado por su nombre de galera, les han dado un nombre diferente, que se denomina vitola de salida, es el nombre comercial que se le da a algunos formatos. No ocurre lo mismo con Vegafina, que sí los denomina perlas comercialmente. Para los principiantes son recomendables las perlas de Romeo y Julieta (Petit Princess) y las de Vegafina. También se pueden iniciar con formatos gruesos y cortos de las marcas Trinidad, Romeo y Julieta o Vegafina, que son más fáciles de fumar. Estos suelen denominarse Short Robusto o Petit Robusto con una longitud entre los 102 y 110 milímetros.

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Procedencia: Esta es otra de las decisiones a tomar cuando queremos fumar un puro. Aunque aquí manda únicamente el gusto personal de cada uno. Los cigarros pueden ser de origen cubano, se les denomina genéricamente “habanos”, o proceder de la República Dominicana, como los Vegafina o los Davidoff, de Nicaragua, México, Honduras, Jamaica, etc. Aunque de estos últimos llegan pocos a España. No hay que olvidar los puros producidos en Canarias, de los que también salen muy buenas labores como los Condal, Albero y Goya. No existe ninguna discusión en cuanto a que los considerados como los mejores son los producidos en la isla de Cuba, los popularmente conocidos como habanos. Pero no hay que olvidarse de los demás que dan muchas satisfacciones, generalmente a mejores precios.

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Aspecto: Cuando vamos a elegir un puro es obvio que nos ha de gustar su aspecto. Color homogéneo, brillo ligeramente aceitoso, que nos indica que está bien conservado, sin roturas ni manchas sospechosas. Una cuestión a la que se le da demasiada importancia a la hora de escoger un cigarro es el color de la capa. La capa es la envuelta externa del cigarro. Es una hoja de calidad, estéticamente hablando, que le da la imagen al cigarro, pero que tiene poca repercusión en el conjunto de las sensaciones organolépticas del puro, ya que la proporción respecto al peso del tabaco empleado es mínima. La importancia está en el interior, la tripa. Ésta se forma con hojas largas, que ocupan toda la longitud del cigarro, para que éste tenga el mismo sabor en toda su extensión y su ceniza tenga consistencia. Por esto el puro debe olerse por el pie, la zona que está cortada, para percibir su aroma interior, que es la importante, y no por la capa.

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No obstante la capa debe agradar a la vista. Hay quien prefiere un color claro, o quizás uno maduro u oscuro. De cualquier manera, el color debe ser uniforme en todo el puro y la hoja de capa debe tener cierto brillo ligeramente aceitoso. No importa si se aprecia alguna mancha blanca o verde. Estas son consecuencia de efectos naturales. Ninguna de ellas afecta a la calidad del puro. Otro tipo de manchas o humedades y mohos son malos indicios. Hay que desechar inmediatamente aquellos puros que presenten perforaciones producidas por el escarabajo del tabaco (Lasioderma). ¡Tajantemente!

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Fortaleza: La fortaleza de cada puro depende del tabaco empleado en su elaboración. La liga o ligada, que es el conjunto de hojas de tabaco utilizadas para confeccionar la tripa, es estudiada concienzudamente por los maestros tabaqueros y procuran que las ligadas respectivas de cada una de las marcas se mantengan invariables de una temporada para otra. En función del tabaco utilizado la fortaleza de los puros será suave, media o fuerte. A los principiantes les conviene iniciarse con los de fortaleza baja, para ir acostumbrando el paladar progresivamente a los matices mis intensos de algunas marcas. Se puede iniciar con los de la marca Trinidad, que son muy suaves, o Romeo y Julieta, Punch o Vegafina. Dejando para más adelante los de Partagás, Montecristo o Cohibas, entre otros.

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Aroma: Mucha gente piensa que los puros huelen mal, y a veces tienen razón, pero no se trata de puros de calidad, que es de lo que estamos hablando aquí. Los puros tienen unos aromas muy definidos y a veces fuertes, sobre todo durante la combustión, pero para nuestro mayor deleite podemos intentar distinguir los aromas que las hojas de tabaco han adquirido a través de los procesos de fermentación y maduración. El olfato no es más que el recuerdo de ciertas notas aromáticas que nos producen unas moléculas que despiertan nuestra memoria olfativa. Todos sabemos como huele una fresa, pero no somos capaces de describir su aroma, solo podemos recordarlo e identificarlo cuando olemos otra fresa.

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El olor del tabaco es lo mismo, tiene moléculas que al desprenderse y entrar en contacto con nuestra pituitaria nos recuerdan aromas que guardamos en nuestra memoria. Así podemos asociar el olor de un puro a una serie de aromas que tenemos memorizados. Como en todo ejercicio de cata, se requiere un poco de práctica. Si ponemos un mínimo de atención podremos distinguir fácilmente los principales aromas del tabaco. Los más frecuentes son los amaderados, terrosos, cueros, especiados, el cacao y el café. También podemos percibir otros que nos recuerden a miel, vegetales, cítricos, vainilla, azúcar tostado, nueces o coco. Y muchos más que con paciencia podréis ir descubriendo.

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Y si no os apetece desentrañar individualmente esos diferentes aromas, disfrutad del conjunto que es muy agradable y satisfactorio. Elegid un buen puro disfrutad de vuestra elección y fumad cada vez mejor.

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